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Alicante, una provincia con dos sustratos nacionales

Si observamos un mapa de los municipios de la provincia de Alicante, nos llamará la atención una línea casi recta que la cruza en diagonal, uniendo las tierras altas de Villena con el litoral próximo a San Juan. Esta raya de Biar-Busot no es producto de la casualidad, y en su origen se justifican también las diferencias culturales, lingüísticas y de poblamiento que, aún hoy, existen entre las zonas que quedan a cada uno de sus lados: a lo largo de dicha línea discurrió hasta principios del siglo XIV la frontera meridional del Reino de Valencia, en sus límites con el de Murcia.

Desde tiempos inmemoriales, los territorios del sur de la actual provincia de Alicante (Campo de Alicante, Valle del Vinalopó y Vega Baja del Segura) habían formado, junto a las actuales tierras murcianas, un mismo país con diferentes configuraciones según la época, siendo quizás la más relevante la autónoma cora de Tudmir, de la que había sido capital la ciudad de Orihuela. Sin embargo, en la Baja Edad Media, las pretensiones de las Coronas de Castilla y de Aragón de hacerse con el control del sureste peninsular acabaron con la secular unidad natural, cultural y humana del país. Ambas monarquías se disputaban su dominio y, en su deseo de evitar un conflicto armado, decidieron poner solución a la disputa mediante una sentencia arbitral, dictada en Torrellas en 1304 (y ratificada en Elche en 1305), en virtud de la cual, se pasaban al reino de Valencia las mencionadas tierras que hoy forman el sur de la provincia de Alicante. De esta manera se consumaba un reparto caprichoso y arbitrario del país, decidido en instancias lejanas y en virtud de intereses ajenos a nuestro pueblo (como sería costumbre en los siglos posteriores), que acabaría para siempre con la natural unidad política de la Cuenca del Segura.

Tras la Sentencia de Torrellas de 1304, las sucesivas repoblaciones en el “Regne de València dellà Xixona” extendieron el acervo jurídico, cultural y lingüístico valenciano por las tierras anexionadas. Sin embargo, esto no ha impedido que estas comarcas del sur de la provincia de Alicante mantengan una identidad particular y distinta del resto de valencianos, caracterizada por la pervivencia de estructuras económicas y sociales heredadas de su historia diferenciada, y que, siete siglos después, siguen uniendo más que separando a los habitantes de ambos lados de la frontera entonces creada.

«Los “alicantinos” verdaderos -los que quieren distanciarse o, al menos, diferenciarse, los otros valencianos- son los de las comarcas más meridionales: grosso modo, las que se extienden al sur del río Montnegre o río de Jijona. Un hombre de Elche o de Monóvar, de Alicante o de Guardamar, se dice y se siente valenciano -¡y tanto!-, pero cae fácilmente en la tentación de profesar un “alicantinismo” provincial. Un hombre de Alcoy o de Denia, de Benidorm o de Altea, se siente y se dice, solamente valenciano. El “alicantinismo” de la gente de la Marina o de las Sierras de Alcoy es administrativo, y gracias. […] El hecho de que esta divisoria sea tan marcada debe inducirnos a pensar que las causas del fenómeno son más profundas. Y lo son. La línea indicada -río Monnegre o de Jijona- viene a coincidir con la línea Busot-Biar que fue objeto del tratado de Almizra del 1244 entre nuestro Jaime I y Alfonso X de Castilla».
Joan Fuster
“Nosotros los valencianos”

Sin perjuicio de lo anterior, podemos afirmar la existencia de dos territorios concretos en la provincia de Alicante que muestran tal identidad lingüística y cultural con las tierras murcianas, que su actual ubicación en la Comunidad Valenciana ha sido puesta en cuestión por bastantes estudiosos de la materia. Se trata de la Vega Baja del Segura, prolongación natural y cultural de las otras dos vegas; y las ciudades de Villena y Sax, integradas en el Reino de Murcia hasta 1836.

«No satisfecho con dividir el antiguo reino [de Valencia] en tres provincias, el autoritarismo centralista incrustó después en la de Valencia la comarca de Requena, inequívocamente castellana y que siempre perteneció a la provincia y al obispado de Cuenca, sin que en tan arbitrario troceo intervinieran los valencianos, los conquenses ni la población directamente afectada. Poco antes, y de igual caprichosa manera, el territorio del antiguo marquesado de Villena, tradicionalmente murciano, había sido incluido en la provincia de Alicante. En cambio, la comarca de Orihuela siguió incluida en la provincia alicantina a pesar -o tal vez por ello, si de lo que se trataba era de sembrar la confusión regional para dar vida a las provincias gobernadas por el poder central- de su condición predominantemente murciana. Murciana por su lengua, murciana geográficamente y murciana por su historia antes de ser ganada por las armas catalano-aragonesas a las de León y Castilla (etc., etc.), esta comarca de transición, mejor que al lado norte de la raya murciano-valenciana debería quedar al sur de ella».
Anselmo Carretero Jiménez
“La nacionalidades españolas”: Valencia


 

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Actualización: 18/02/2011